sábado, 22 de junio de 2013

La Productividad personal

Es   muy   común   que   al   hablar   de   productividad   se   le   relacione principalmente con el indicador de las empresas y/o industrias; dada esta orientación empresarial otros creen que simplemente se refiere a producir más, es decir, confunden productividad con producción.


Pero  la  productividad  no  tiene  que  ser  simplemente  orientada  a  las empresas,   existe   una   productividad   que   uno   mismo   genera,   una productividad  que  nos  lleva  al  logro  de  nuestros  objetivos  y esa  es  la productividad  personal.  Muchas  personas  piensan   que la productividad personal no se da por igual en las personas, y en parte concuerdo con ellas porque las personas somos diferentes y cada uno tiene sus metas ya sea a corto o largo plazo. Pero lo que si no creo es que debamos dejar ahí esta definición ya que deja mucho que desear para saber cómo lograr una productividad personal y es por eso que me interesó abordar este tema. 

Después de pensarlo detenidamente, inferí que la productividad personal implica un conjunto de técnicas orientadas a la consecución de resultados, tales como la capacidad organizativa apoyada en la metodología GTD (Getting Things Done) propuesta por David Allen; la administración del conocimiento  o  también  conocido  como  Knowledge  Management;  y la inteligencia emocional basado en lo que Daniel Goleman nos dice en su libro del mismo nombre.  Todo esto desembocado en la capacidad de lograr más con la mejor canalización de nuestras actividades, emociones y conocimientos.

Se dice que la productividad personal es relativa, pues cada persona mide su   productividad   de   acuerdo   a   sus   capacidades   y   a   sus   propias satisfacciones,  sin  embargo,  de  esta  manera  no  caemos  dentro  de  la definición real de productividad y creemos estarlo simplemente diciendo “hice mi tarea, soy productivo”,  cuando realmente  ser productivo no es cuestión de una acción. Si nos apegamos a la definición de productividad esta nos dice:

“Productividad, es la relación entre los resultados que se obtienen y los insumos utilizados para lograr tal objetivo”.

Por tanto, ser productivo a nivel personal se refiere a resultados positivos y de progreso en relación con el uso que hice de mis capacidades y con todo lo que se puede tomar de lo que está a nuestro alcance. Ciertamente esta productividad  personal  también  se puede  ver afectada  por  una serie de factores, análogo a la productividad en una empresa la cual se ve afectada por una serie de factores tanto internos como externos.

Primero abordaremos  aquellos aspectos que considero son los insumos de nuestro cociente. El punto que considero el más discutible es aquél relacionado  con  la  gestión  del  tiempo.    Como  bien  dice  David  Allen, creador  de  la  metodología  GTD  “por  muy  bien  que  gestiones  cinco minutos,   jamás vas a terminar teniendo seis”. Puedes gestionarte tú, gestionar tu atención o gestionar las cosas que haces pero, definitivamente, no puedes gestionar el tiempo. Cuando se habla de gestión del tiempo, la gente piensa normalmente en planificación de tareas y en los cuadrantes importante/urgente   que   permitan   tener   una   mejor   organización.   Las empresas, por su parte, piensan en cómo obtener más resultados con los recursos disponibles es decir, se refieren a la productividad.

Entonces nos damos cuenta que se ha generado un paradigma del término gestión   del   tiempo,   cuando   en   realidad   lo   que   quieren   decir   es productividad, quizá porque esta última podría tener percepciones equivocadas como trabajar más por el mismo sueldo mientras que gestión del tiempo evoca la ilusión de conciliar vida personal y profesional.

Las técnicas tradicionales comprendidas en lo que se ha venido llamando gestión del tiempo no han funcionado principalmente porque consideran el tiempo como un recurso gestionable cuando el tiempo es en realidad una circunstancia más de las muchas que te condicionan. Todas las personas disponemos del mismo tiempo pero no todas alcanzamos los mismos resultados, entonces es necesario reconocer que se necesita algo que nos ayude a conseguir los resultados deseados con los recursos que disponemos en cualquier  ámbito de nuestra vida.

Es por eso que David Allen nos ofrece en su libro la metodología de GTD (Getting  Things  Done),  donde  la  idea  medular  no  es  la  organización mediante las prioridades, sino el compromiso que se tiene de hacerlas y las circunstancias en las que te encuentras (contexto, tiempo y energía disponible) en cada momento. Las prioridades no se pueden administrar porque simplemente se tienen, es por eso que estos sistemas basados en ellas son insuficientes para organizar tu vida de un modo productivo y sin estrés. Por tanto, cada vez que vas a realizar algo debes cuestionarte cuál es la forma más efectiva de gestionar tus compromisos.

Seguramente te preguntas cual es la forma en que opera esta metodología, pero también sabrás que hay todo un libro dedicado a ello, es por eso que de manera generalizada se pretende mostrar la idea de lo que ésta implica. Las decisiones que tomas deben ser, en un contexto amplio, coherentes con tus valores y objetivos, y en un contexto más específico, alineadas con lo que puedes hacer en función de las circunstancias en que te encuentres y del tiempo y energía de que dispones, por ejemplo:

Si estabas en tu oficina con un asunto importante, pero te llamaron del colegio de tu hijo y ahora vas en camino en tu automóvil, tal vez en el transcurso no puedas estar trabajando en el informe que debes presentar a tu jefe, pero puedes aprovechar el manos-libres en el coche para hacer un par  de  llamadas  que  tal  vez  no  son  urgentes  ni  importantes  pero  que también te has comprometido a hacer. Lógicamente todo este proceso de toma de decisiones   se debe tratar de incorporarlo en tu forma de actuar hasta el punto que tus elecciones sean casi instintivas.

Es  importante  mencionar  que  esta  metodología    libera  a  la  mente  del trabajo de recordar todo lo que hay que hacer, y se puede concentrar en la efectiva realización de aquellas tareas. La mente también juega un papel importante, pues es el medio por el cual obtenemos  el  conocimiento  y  por  ello  es  necesario  administrarlo.    El término conocimiento tiene muchas definiciones filosóficas, pero la más simple           nos     dice     que     el conocimiento es     el conjunto     de información almacenada  mediante  la experiencia,  el  aprendizaje,  o  a través de la introspección. La administración del conocimiento enfocada en lo personal hace inferencia al uso que damos a lo que hemos aprendido y sacarle el mayor provecho.

El conocimiento se pone a disposición de las personas en todos los recursos que nos brindan información, como los libros, internet, documentales, etc., el siguiente paso se da en la inteligencia de las personas cuando se asimila el conocimiento, se hace propio   y se comunica con las demás personas para perfeccionarlo y darle valor.

La manera en que impacta con la productividad es en la forma en  que si administramos nuestro conocimiento y también hacemos uso de la experiencia, nos ahorramos tiempo en pensar cómo abordar las situaciones, cual es la manera más eficaz de hacer las cosas y de qué forma obtenemos más beneficios de lo que pretendemos obtener.

¿Y qué sería de nosotros los seres humanos sin las emociones? Es muy cierto  que las emociones  juegan  un  papel  crucial  en  nuestro  desarrollo personal, pues es algo intrínseco que nos mueve a la realización de nuestros actos.  Esto  se  sustenta  en  la  inteligencia  emocional,  la  cual  involucra aspectos como la capacidad de auto motivarse, de perseverar en el empeño a pesar de los tropiezos, de controlar nuestros impulsos, regular nuestros estados de ánimo, la capacidad de empatizar y confiar en los demás, entre otros.

Daniel Goleman en su libro titulado Inteligencia Emocional nos dice que esta se organiza en torno a cinco capacidades que son: conocerse emocionalmente uno mismo, saber reconocer y manejar nuestros sentimientos, crear nuestra propia motivación y gestionar las relaciones.

Sin la comprensión y el uso de la inteligencia emocional, no sabríamos como seguir sin necesidad de una motivación externa, ya que es necesario saberse auto motivar para la realización de nuestros objetivos y que los impedimentos  no  sean  una  causa  de  desmotivación.  El  conocerse  uno mismo es indispensable como también lo es saberse manejar antes las posibles circunstancias de la vida y darle una buena canalización a nuestras emociones  para sacarle el mayor provecho a nuestras actitudes de lo que sucede en el entorno, es importante  recordar que uno mismo  es el que decide de qué forma nos afectan los comentarios negativos o destructivos que en la vida se tienen. El punto sobre las relaciones interpersonales, no es menos importante, debido a que es bueno saber cómo relacionarte con los demás y también saber de quienes te rodeas, procurar siempre que sea de personas las cuales te ayuden a crecer.

Todo lo anterior son parte de los insumos que podemos ingresar a nuestra propia ecuación  de productividad,  pero nuestros resultados se miden en cierta parte por la satisfacción que nos proporcionan, aunque técnicamente sería  que  se  pudiera  lograr  una  cantidad  considerable  de  beneficios haciendo el mejor uso de nuestras capacidades.

Conclusión

Como conclusión, podemos decir que efectivamente la productividad personal es cuestión de perspectiva, pues no todas las personas miden su productividad de la misma manera, pero lo que si es cierto es que todos tenemos una vida diaria la cual está llena de actividades las que sea que fueran es necesario llevar una organización, además, estamos expuestos al conocimiento del cual nos valemos para solucionar problemas y también, todos tenemos emociones por lo que es importante saber manejarlas y por tanto, hacer el mejor uso a nuestro favor de todo lo que disponemos.

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